Como ciudad, la independencia energética no es un eslogan: es resiliencia presupuestaria, calidad del aire y empleo local. Propongo una estrategia municipal de H₂ basada en residuos (Waste-to-Hydrogen, WtH) que reduzca vertederos y, a la vez, alimente flotas pesadas y operaciones portuarias con moléculas de bajo carbono producidas “en casa”.
Primero, diagnóstico: el IEA constata que el despliegue de hidrógeno avanza pero debe acelerarse, y que la infraestructura de almacenamiento y logística será comparable a la del gas natural hacia 2050. Para una ciudad, esto significa planificar hubs locales conectados con usuarios “ancla” (buses, camiones de residuos, puertos, aeropuertos) y contratos de suministro estables.
Segundo, feedstock: la fracción no reciclable de los residuos municipales puede reconvertirse en H₂ mediante esquemas de dos etapas (gasificación/reformado), aliviando la presión sobre vertederos y generando ingresos por gestión. La evidencia técnica sugiere viabilidad con el diseño adecuado del tren de limpieza de gas y la integración térmica.
Tercero, gobernanza y financiación: los “hydrogen hubs” regionales demuestran que las alianzas público-privadas son palancas para infraestructura inicial; EE. UU. ya las utiliza para catalizar cadenas completas de producción-uso, y Europa impulsa demostradores urbanos (H2CITIES) para transporte y servicios municipales. Las ciudades no deben ir solas: deben “anclarse” a consorcios y fondos climáticos.
Cuarto, casos de uso: puertos y zonas logísticas son candidatos obvios. Houston acaba de financiar una gran hidrogenera para camiones portuarios con Linde como operador, alineando política, industria y academia. Este tipo de proyecto “tracciona” demanda y aporta curvas de aprendizaje útiles para cualquier alcaldía.
Quinto, lecciones aprendidas: no todo es lineal. Experiencias como los buses de Aberdeen resaltan la importancia de asegurar suministro continuo y redundancia de repostaje. En nuestra hoja de ruta recomendamos contratos PPA/biometano para flexibilidad energética, almacenamiento temporal de H₂ y, sobre todo, acuerdos de mantenimiento con SLA claros.
¿Dónde encaja el WEF? El WEF viene recordando el papel de las ciudades como laboratorios de soluciones climáticas y la necesidad de innovar en colaboración multiactor. Para nosotros, eso implica integrar la gestión de residuos, movilidad y energía bajo una misma oficina de proyecto —no en silos—, con transparencia de costes por tonelada tratada y por kg de H₂ entregado. (WEF)
¿Y los proveedores? La visión de Air Liquide y Linde —contratos de suministro “bankables”, captura de CO₂, y aplicaciones en movilidad y química— encaja con nuestra aproximación municipal si priorizamos fiabilidad y TCO de flota. Complementa la de integradores como Plug Power, que expanden redes de producción y repostaje, siempre que los proyectos garanticen viabilidad financiera y continuidad operativa.
En Wasthy proponemos comenzar con un “H₂ urbano mínimo viable”: una planta modular WtH de 3–10 t/día, contratos con flotas municipales y logísticas, y una hidrogenera hub-and-spoke. A partir de ahí, escalar con datos reales de factor de planta, LCOH y reducción de emisiones. La independencia energética de una ciudad empieza en su cubo de basura. Y se consolida con moléculas limpias y locales.